miércoles, 19 de febrero de 2014

TLCAN: El Ying-Yang de nuestra economía



 


Libre Comercio es un concepto económico, referente a la venta de productos entre países, libre de aranceles y de cualquier forma de barreras comerciales. El libre comercio supone la eliminación de barreras al comercio entre individuos y empresas de diferentes países.

 

A partir de 1986, con la firma del GATT, (General Agreement on Tariffs and Trade) nuestro país tuvo al libre comercio como hoja de ruta económica para mejorar las condiciones y calidad de vida de los mexicanos, a través de la libre competencia y el acceso de los diversos bienes y servicios que esta ofrece.

 

Pero fue hasta 1994, a partir de la firma del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) cuando nuestro país pasó de la teoría a la práctica en esta materia. Este primer tratado de libre comercio firmado por Estados Unidos, se acreditó como el más importante de su tiempo, ya que con su firma se alcanzarían los resultados previstos por la teoría tradicional, pues el acuerdo permitía que cada economía se especializara en los sectores con mayores ventajas comparativas.  

 

A veinte años de la implementación de este acuerdo trilateral, los estudios, críticas y argumentos entorno al mismo, han sido tan variados y disímiles como el propio número de analistas que han ahondado en el tema. Lo cierto es que este instrumento dio un giro de ciento ochenta grados a la dinámica económica de nuestro país y logró elevar el acceso a un mayor número de bienes y servicios en comparación al antiguo modelo de sustitución de importaciones.

 

La trascendencia de este cambio, ha tenido efectos que van más allá de las cifras de intercambio comercial, que por decir algunos datos, desde la firma de este tratado las exportaciones totales de México han crecido a un ritmo de 10.6% en promedio anual, pasando de 106,452.7 mdd de comercio total con EEUU en 1994 a 472.954.2 mdd en 2012. Y qué decir de Canadá, que de un valor total de las exportaciones de 1, 519.4 mdd en 1994, pasamos a 10,937.5 mdd en 2012.

 

Por cada dólar que México exporta al mundo, 37% tiene valor agregado que proviene de EEUU y 23% de Canadá. El 81% de las exportaciones mexicanas corresponde al rubro de manufacturas, resultado de la colaboración con ambos tres países.

 

Pero como hemos mencionado, los efectos del TLCAN van mucho más allá de la cifras de intercambio comercial, desde el punto de vista geopolítico, este acuerdo impulsó el Foro de Cooperación Económica Asia Pacifico (APEC), hizo posible la ronda de Uruguay que estableció la Organización Mundial de Comercio, generó una serie de negociaciones en América Latina, fue antecedente del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas y ahora de la Alianza Pacífico, así como el punto de comparación para otros esfuerzos, como el Mercosur.

 

Gracias a este golpe de timón en la política comercial de nuestro país se adquirió una visión anti-inflacionista, disímil a la adquirida por los gobiernos anteriores a la década de los 80’s, resolviendo estos problemas en el corto plazo tras su entrada en vigor.

 

Otro de los efectos que podemos mencionar, es el que revela un estudio del Instituto Nacional de Nutrición, el cual demostró, que el consumo de carne en el decil más pobre de la población se duplicó entre 1992 y 2006. La prevalencia nacional de talla de baja en niños menores de 5 años se redujo del 26 por ciento, al 13 por ciento, en 2012 (ENSANUT). Un cambio tan importante en la salud de los mexicanos debe  obedecer a múltiples factores, sin embargo, con base en el aumento de proteínas por consumo de pollo, se puede considerar esta hipótesis, como consecuencia de la apertura comercial.

 

El TLCAN no sólo ha implicado el intercambio de coches, televisiones y aguacates, sino también se puede medir en un aumento de la capacidad consumo de los mexicanos. A partir del censo del 2000, el INEGI comenzó a medir el número de hogares con refrigerador y lavadora. Entre 2000 y 2010, el número de hogares con estos electrodomésticos creció en 56 por ciento para frigoríficos y 67 por ciento para lavadoras. Estos bienes de consumo dignifican la vida y el trabajo doméstico de millones de familias.

 

Sin embargo hay que manifestar, que los resultados no han sido del todo contundentes, debido a que el propio acuerdo fue considerado más como un fin y no como un medio, ya que desde su inicio y por la celeridad de las negociaciones en el contexto geopolítico, no se acompañó de una bien planeada y orientada política industrial, lo cual no contribuyó a generar valor agregado a la industria mexicana ni a la articulación de cadenas productivas.

 

También hay que decir que somos un país mayoritariamente exportador, pero de importaciones, ya que la ausencia de una estrategia industrial ha beneficiado la importación de insumos y bienes finales, generando la gran mayoría de las ocasiones empleos manufactureros de muy baja remuneración y de pocas garantías laborales. Adicionalmente se ha resaltado que el concepto actual de libre comercio favorece el movimiento libre de productos y empresas, lo cual es favorable para los países desarrollados, pero esto no va a la par con el libre movimiento de trabajadores, lo cual favorecería a las naciones “en vías de desarrollo” como la nuestra.

 

El mercado común como la propia Unión Europea lo entendió en su proceso de integración, debe ser la ruta que sigamos como región económica si queremos realmente aprovechar los beneficios que este concepto abarca, pero también las tareas internas de fortalecimiento económico del sector productivo e industrial, son asignaturas pendientes para fortalecer nuestra competitividad y nuestro carácter de socios estratégicos de las diferentes regiones económicas de las que formamos parte.

 

El TLCAN, ha mostrado luces y sombras, y se ha simbolizado como un ying-yang de nuestra economía, Sin embargo, por trascendente que sea, por sí solo, este tratado resulta insuficiente para reinventar el destino de una nación.

 

Comentémoslo en twitter; @jorgeivand

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