En el primer listado de
supermillonarios de Forbes en 1987, la riqueza promedio de estos se estimaba en
los 1,500 millones de dólares (mdd); en 2013 esa cifra ha pasado a unos 15,000
mdd. Es decir, un crecimiento del 1000% en una tasa aproximada de crecimiento
anual del 6,4%. Lo que hace evidente que los acumuladores de capitales obtienen
un retorno de ganancias exorbitantemente superior al resto de la sociedad
mundial.
Según Thomas Piketty, -economista
francés, especializado en desigualdad económica- , cuando la acumulación de
capitales se sitúa por encima del crecimiento de la economía global, se deja en
evidencia la contradicción principal del capitalismo.
El protagonismo del capital en la
economía se inició con la Revolución Industrial, cuando las maquinas,
pertenecientes a algún propietario pasaron a sustituir a la mano de obra. Actualmente
el capital significa en promedio, seis veces la renta nacional, lo que
simultáneamente ha ampliado el espacio entre ricos y pobres poniendo en jaque a
la denominada “clase media”.
Los capitalistas, explica
Piketty, obtienen cada vez una tajada mayor de la riqueza a repartir y de forma
subsiguiente la dejan en herencia a sus sucesores, los cuales ya nacen ricos y
“orillados” a seguir ver creciendo su capital por encima de los rendimientos
del resto de los individuos.
En su libro “El Capitalismo den
el siglo XXI” Thomas Piketty equipara los conceptos de capital y riqueza como
términos equivalentes e incluye al capital productivo, nacional y
extranjero. A su vez expone un ejemplo
revelador en la economía francesa, el cual resume que si Francia como país
ahorrara todo lo que produce en un año, se tardaría siete en reunir la riqueza
(capital) acumulada en el mismo.
A final de todo este proceso
resulta una consecuencia autodestructiva; la desigualdad. La cual se explica
contundentemente en el famoso índice de Gini, el cual compara los porcentajes
de población más pobres con los más ricos. En un rápido análisis comparado el
promedio de desigualdad dentro de los países de la OCDE En los países de la
OCDE, la
brecha entre un extremo -el más rico- y el otro -el
más pobre- es de 9.5
veces, por arriba de 9 veces en 2007.
Otras economías con un
diferencial amplio son Chile, con 26.5 veces;
Estados Unidos, 15.9;
Turquía, 15.1, e Israel, 13.6. Los países con la brecha más reducida son Islandia,
con 5.3 veces;
Eslovenia, también con 5.3; Dinamarca, igual con 5.3, y Noruega, con 6. En el
caso de México que es el país más desigual de este organismo, la diferencia en
de 28.5% para el año 2010.
El premio Nobel de economía Paul
Krugman coincide con Piketty, en que el mundo occidental esta una época en
donde la desigualdad crece feliz entre la acumulación del capital, el
crecimiento demográfico y el desarrollo tecnológico.
Krugman también pone sobre la
mesa el paupérrimo aumento del salario en la sociedad americana donde los
trabajadores han aumentado sus ingresos 1% en promedio, mientras los
supermillonarios de la economía crecieron un 362%.
Otra arista analizada por otro
premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz en su libro “El precio de la
desigualdad” manifiesta que también la política ha condicionado al mercado,
siendo el aspecto más escandaloso la política fiscal de los últimos tiempos,
donde los superricos en realidad pagan en promedio menos impuestos que el resto
de la población. Por ejemplo; en Estados Unidos las 400 familias más ricas
pagaron en 2007 solo 16,6% a diferencia del 20,4% de los demás contribuyentes.
Stiglitz y Pikkety, proponen radicales
reformas fiscales para aminorar estas profundas desigualdades, las cuales consisten en; 1.- crear un impuesto especial
sobre la renta (es decir, sobre la riqueza) a las personas físicas y morales
más ricas o de mayor generación de capital, que a su juicio debería situase
entre el 50% y 80%, y 2.- Crear un impuesto sucesorio para eliminar la excesiva
transmisión de bienes y riqueza (que a mi juicio también eliminaría el ansia
lúdica de acumulación) y evitar así el fortalecimiento de nuevas generaciones
plutocráticas.
A manera de conclusión, al
permitir el crecimiento exorbitante de capitales los cuales se superponen al
crecimiento económico de las naciones, no sólo se nutre la desigualdad y las
trampas de la pobreza, sino que también se pone en peligro al sistema
democrático, permitiendo el surgimiento de un sistema antitético denominado por
Platón hace miles de años como; Oligarquía.
La desigualdad es inherente al
éxito de nuestra especie, aunque resulte irritante aceptarlo, no hay otra
posibilidad de explicar la supervivencia y evolución de la humanidad en
relación con otras criaturas, sin embargo miles de años de racionalización y
experimentación nos ha llevado a crear un concepto llamado Estado (Gobierno),
que tiene como objetivo milenario; intervenir para reconducir la conducta humana y hacerla precisamente…
más humana.
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