A lo largo de la historia el
poder se ha venido manifestando y evolucionando en diversas formas, la más
primitiva – pero no por ello inoperable en la actualidad- se implanta a través
del uso de la fuerza, el cual capacita a los poderosos a imponer su voluntad
por medio del sometimiento. No obstante, la evolución del ser humano y la
propia de las sociedades han ido modificado la morfología del poder.
El poder que necesita de la
violencia para lograr sus fines, es el poder más vulnerable, ya que su propia
naturaleza genera resistencias y oposiciones, que representan explícitamente su
propia debilidad. De lo cual podemos concluir que el poder que depende de la
violencia, no representa el poder supremo, ya que el postulado más categórico
consiste en que; cuando más poder existe, más silenciosamente actúa.
De acuerdo con el filósofo y
psicólogo francés Michel Foucault, hubo una transición del “poder soberano” al
“poder disciplinario”, definiendo al primero como el poder de la espada, el que
puede recurrir y recurrió gran parte de la historia a la muerte como motor
primigenio de sometimiento. El “poder disciplinario”, por el contrario, no es
un poder de muerte, es un poder cuya función es la imposición de un estilo determinado
de vida.
Ambas formas de poder, ejercen la
explotación del individuo con el fin de crear sujetos “obedientes”. El tránsito
del poder soberano al “poder disciplinario” explica Foucault, se debe al cambio
del modo de producción económica agraria, al modo de producción industrial,
donde resulta más conveniente disciplinar al cuerpo en lugar de atormentarlo o
desaparecerlo. Haciendo así del cuerpo humano una máquina de producción o a
palabras del propio Foucault, una “ortopedia concertada”.
El “poder disciplinario” descubre
a la población como una masa de producción y reproducción que administra la
definida por este filósofo francés como; bio-política, la cual emplea las tasas
de natalidad, de esperanza de vida y niveles de salud, como mecanismos controladores
y articuladores. Concluyendo así, que para la sociedad capitalista, lo que
realmente aporta es lo corporal, lo somático, lo biológico.
Sin embargo el filósofo coreano
Byung-Chul Han, afirma la técnica del “poder disciplinario” expuesto por
Foucault, no alcanza a controlar la “psique” humana, la cual es indispensable
para llevar a su mínima expresión las resistencias y oposiciones al sistema de
producción, ya que la “psique” es capaz de conducir no solo el plano corporal,
sino también los anhelos, necesidades y deseos, los cuales es necesario
controlar en el actual sistema neoliberal – mutación actual del capitalismo-, que
no se ocupa primariamente de lo corporal. Por el contrario, descubre a la
psique como mayor fuerza productiva para el auto-sometimiento.
Bernard Stiegler, filósofo y
sociólogo francés, al igual que Han, también reconoce que la bio-politica
focaulteana, si bien representó histórica y geográficamente la realidad social
del capitalismo, ya no es adecuada a nuestro tiempo. Según Steigler, son las
“psicotécnicas del psicopoder”, las que sustituyen a la bio-política, y se
refiere a los avances de comunicación tecnológica, muy especificamente a la
televisión que nos rebaja a un ente consumidor movido por impulsos
irracionales.
Tanto Han como Steigler,
coinciden en que las nuevas técnicas de dominación neoliberal adoptan una forma
sutil, no se apoderan directamente del individuo. Por el contrario, se ocupan
de que el individuo actúe de tal modo que reproduzca por sí mismo el entramado
de dominación que es interpretado por él como libertad.
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