martes, 1 de febrero de 2011

Aristotelismo


Aristotelismo

Si bien, Aristóteles afirmaba, que la trascendencia de las ciencias (o actividades humanas) radicaba en función de la escala gobernante entre unas y otras, la política, que se sirve de todas las ciencias y legisla sobre ellas, es pues la ciencia suprema por excelencia, ya que su fin es la suma de todos los fines, de todas las ciencias, que confluyen en el bien humano.

La política, en su parte esencial es por tanto el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana, y como satisfacción personal de quien bien la ejerce, el logro del honor a través de la virtud. Y estando en el plano personal, es cierto e irrefutable que el fin de cuanto hacemos o dejamos de hacer, gira en torno a alcanzar la felicidad.

Y hablando de virtud, ésta en la política, se mide por lograr hacer de los conciudadanos hombres de bien y obedientes a las leyes (hombres virtuosos), ya que éstas últimas, siendo el marco donde el transitar de la vida se ejecuta cotidianamente, son vías para adquirir la virtud, que sólo puede conseguirse en la practica, porque únicamente así, los actos que ellas determinan, podrán convertirse en hábitos y éstos en un estilo de vida colectiva.

Porque recordemos como el mismo Aristóteles lo decía “que una golondrina no hace primavera, ni un amanecer al sol”, así que la virtud no es cuestión de acciones espontáneas de caridad o justicia, (como pretenden justificarse los grandes derrochadores del capital) sino el ejercicio cotidiano de los valores virtuosos y justos.

Los legisladores pues, con sus acciones, hacen contraer hábitos a los ciudadanos, para hacerlos virtuosos, en eso consiste su trabajo, pero el verdadero hombre de Estado, el verdadero político, el buen legislador, deberá ser por excelencia el más virtuoso de entre los suyos, para que dicha regla pueda tener efecto.

En una sociedad, donde el conjunto de leyes vigentes ha sido sobrepasado por un sistema que no basa sus fines en el bien humano, sino en la economía (que es humano pero no colectivo) es lógico que un orden de carácter político no funcione, por dos aspectos fundamentales;

1.- Porque el mercado, siendo un sistema de naturaleza despótica y autoritaria, ha rebasado el poder del Estado, donde democráticamente es representado el poder del pueblo, y

2.- Porque a diferencia de lo que enmarca Aristóteles como un político, nosotros sólo tenemos empleados del mercado (que los llevó al poder) porque de virtud suprema y de políticos no poseen la mínima parte.

En estos momentos donde a nivel mundial el Estado busca reposicionarse como fuerza gobernante de la sociedad, el mercado, representado por algunas familias, se rehúsa a acceder a lo que la propia naturaleza de la democracia demanda.

Aunque ningún límite de riqueza ha sido instituido para los hombres, en una sociedad tan dispar, parece necesario. Porque pareciera que el goce de estos burgueses se cifra en el exceso, y al no tener un límite para éste, y menos por una vía legal, se lo procura por otros medios, sirviéndose de su poder de forma antinatural y despótica.

“El señorío político se ejerce sobre hombres libres por naturaleza, y el despótico sobre los naturalmente esclavos". Aristóteles.

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